“Cuando algo se aproxima a su fin o es amenazado por la extinción reclama memoria y protección”. (Thomas Keenan).

Arminda Arteta, entusiasta y contundente comentó el “hotelito” de Famara, es el único ejemplo de edificio de concepción modernista que existe en la isla, curiosamente ubicado en un pequeño pueblo costero, y no en un espacio urbano, como era característico de este estilo, con la peculiaridad que es el único edificio modernista de Canarias, que recurre a motivos animales para la decoración de su fachada.

Añadió con gran énfasis “su restauración absolutamente necesaria y urgente para evitar que el efecto del paso del tiempo y la maresía acaben por destruir una de las más valiosas joyas del patrimonio arquitectónico de Lanzarote”.

Arminda Arteta Viotti, licenciada en Historia del Arte, impartió anoche una charla sobre “La Casa de don Luis Ramírez en la Caleta de Famara: una joya del Patrimonio Lanzaroteño”, a las 20.30 horas en la Bodeguita de la Casa Cerdeña dentro de la programación de los Jueves Históricos del municipio de San Bartolomé, que en esta edición han tratado la temática “El arte versado”.

Con aforo completo para la ocasión, Arminda Arteta, mostró a todos los asistentes la importancia de don Luis Ramírez, rasgos de su personalidad, del legado que donó en distintos municipios de la isla,  centrándose en la casa que mandó a construir en primera línea de mar en la Caleta de Famara, como uno de los ejemplos más valiosos del patrimonio arquitectónico de Lanzarote.

Nacido en El Islote en 1884 en el seno de una familia pudiente, desde muy joven Luis Ramírez manifestó inquietudes culturales y artísticas, mostrando un profundo compromiso con el patrimonio insular, que le llevó a donar objetos de culto a distintas iglesias, impulsar la creación de un Museo de Historia y Antigüedades en Teguise o restaurar el Castillo de Santa Bárbara, entre otras iniciativas. A ello hay que añadir las becas que concedió para niños pobres y los 850 libros que donó a la Biblioteca municipal de Arrecife tras su fallecimiento. Este perfil humanista y filantrópico se completaba con un carácter particular y algo solitario, elementos todos ellos que, conjugados, lo convertían en uno de los más destacados y singulares personajes del Lanzarote de principios de siglo XX.

Según indican algunas fuentes, don Luis decidió construir una vivienda en la Caleta de Famara para aliviar la afección cardio-respiratoria que padecía con el aire del mar. Con este objetivo, a finales de la década de 1920 adquirió una modesta vivienda en La Caleta, que en 1933 mandaría reformar para darle el peculiar aspecto que tiene en la actualidad. El hotelito, como denominaba el propietario a su vivienda veraniega, se encuentra ubicado frente al muelle. Se trata de un pequeño inmueble de dos plantas, una inferior curva y una segunda retranqueada, con un arco dividido en dos por un robusto pilar sobre el que pueden leerse las iniciales de su propietario. En este espacio superior, concebido como azotea, pasaba don Luis la mayor parte del tiempo, respirando el benigno aire marino.

Como gran amante del arte y la cultura, quiso dotar a su casa de un carácter excepcional, decantándose por recrear rasgos del estilo modernista, como el predominio de la línea curva (reinterpretación del célebre golpe de látigo) o la exuberancia ornamental inspirada en la naturaleza. De este modo, la fachada constituye un despliegue de motivos marinos, donde pulpos, caracolas, burgados, morenas, aguavivas y otros elementos de sinuosas formas proliferan por toda la superficie en una deliciosa mezcla de ingenuidad y elegancia. Las propias carpinterías, de líneas curvas y rematadas por molduras de inspiración vegetal, responden a esta estética modernista. La riqueza decorativa y la envergadura de la fachada contrastaban sobremanera con el resto de construcciones de La Caleta, en su mayoría almacenes y humildes chozas de pescadores de reducidas dimensiones y sin ningún componente estético.

Tras el fallecimiento de don Luis en 1950, la casa pasó a ser propiedad de la Parroquia de Teguise, a quien la había donado en su testamento con el exclusivo fin de que lo habiten los coadjutores. A pesar de la modestia de los materiales empleados y de la ingenuidad y cierta tosquedad en la ejecución de los motivos ornamentales, este edificio debe ser valorado, en el contexto de Lanzarote, por tratarse del único ejemplo de edificio de concepción modernista que existe en la isla, curiosamente ubicado en un pequeño pueblo costero, y no en un espacio urbano, como era característico de este estilo. Además, se trata también del único edificio modernista de Canarias en recurrir a motivos animales para la decoración de su fachada.

Por todo ello, concluyó “se trata de un inmueble dotado de unas características estéticas singulares y únicas, reflejo de la particular personalidad de su propietario, siendo su restauración absolutamente necesaria y urgente para evitar que el efecto del paso del tiempo y la maresía acaben por destruir una de las más valiosas joyas del patrimonio arquitectónico de Lanzarote”.

Arminda concluyó la charla con una frase de Thomas Keenan que refleja el espíritu de la intervención “Cuando algo se aproxima a su fin o es amenazado por la extinción reclama memoria y protección”.

Se procedió a un coloquio tras la interesante exposición.

María Dolores Fernández Vega, concejala de Patrimonio del Ayuntamiento de San Bartolomé agradece la asistencia, a Arminda Arteta su exposición y la importancia de dar valor y conocer a través de información recuperada sobre una de las personalidades relevantes de esta comunidad, por su implicación en la vida pública, cultural y sobre todo por su labor filantrópica, como fue la de don Luis Ramírez González. Con esta charla han concluido los Jueves Históricos del municipio  de San Bartolomé en esta edición.